UN MANUAL MEDIEVAL PARA IDENTIFICAR «BRUJAS»

En 1487 se publicó: el más extenso e importante manual para identificar, capturar, interrogar y castigar a los culpables – y especialmente, las culpables – de brujería: el Malleus Maleficarum (“El martillo de las brujas” en latín). Este libro fue usado durante siglos como una auténtica guía para «reconocer» las señales de que alguien se dedicaba a la brujería.

El tratado describía detalladamente los métodos por los cuales las brujas supuestamente obtenían sus poderes y de qué maneras los utilizaban, y explicaba paso por paso cómo identificar a las brujas y realizar un proceso por brujería. Sin embargo, contenía una gran cantidad de material reciclado de libros de demonología, tratados inquisitoriales e incluso supersticiones orales – como la capacidad de las brujas para volar –, siendo esta una de las razones principales por las que muchos teólogos lo criticaron por ser “poco riguroso”.

Con la publicación del Malleus Maleficarum empezó la época álgida de la caza de brujas. Los procesos se intensificaron y se recrudecieron las condenas, que anteriormente solían ser menores, como el pago de una multa o el destierro fuera del municipio. Otro aspecto en el que este tratado cambió la persecución de la brujería fue en dirigirla principalmente hacia las mujeres, a las cuales el libro describía como especialmente propensas a los engaños del demonio por ser “más crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza”.

A pesar de su amplio uso, este libro causó un gran revuelo entre los teólogos, incluso entre quienes apoyaban la persecución de la brujería. El motivo principal era que contradecía en muchos aspectos las tesis oficiales de la Iglesia sobre demonología y brujería, pero también porque corría la voz de que los autores habían falseado una recomendación de la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia aprobando su uso. Además, el libro autorizaba e incluso animaba a usar la tortura como método para obtener información y confesiones, una postura que muchos consideraban contraria a los valores cristianos.

LA LIBRERÍA QUE TAMBIÉN FUNCIONA COMO BIBLIOTECA PARA PERSONAS MAYORES E INVITA A TOCAR EL PIANO

Hay una muchacha que ha abierto una librería en Lavapies , y va diciendo que le presta los libros a las personas mayores. También tiene un piano para que lo toque la gente y le dijo a Telemadrid amablemente que por favor que no vinieran por su librería, que con ellos no. La gente dice que es una locura, abrir una librería en el 2024, otros piensan que es una necesidad.

La escena tiene lugar en el número 6 de la calle Sombrerería, en el corazón de Lavapiés. Mientras Luz atiende las preguntas de este medio, a su librería Tráfico de Libros llega Paco. Podría decirse que es un cliente habitual, pero se trata más bien de un visitante o acompañante que pasa muchas mañanas conversando con ella. Le cuenta sus achaques, sus problemas y sus recuerdos. Luz le escucha, le rebate algunas opiniones y comparte sus propias preocupaciones.

Quizá debido a este tipo de intercambios, tan puros y sinceros, Luz se considera “incapaz de venderles libros a las personas mayores”. Es por ello que ha implantado un sistema inaudito: los mayores pueden utilizar la tienda como una biblioteca. Solo tienen que acudir y seleccionar los ejemplares que deseen. Luz no les requiere una señal, no les pide un documento que acredite su edad ni les pone una fecha de devolución: “Al entregarlo lo doy por perdido, lo último que quiero es generar esa ansiedad de tener que acabarlo para un día concreto. Si luego lo traen de regreso pues estupendo”.

Así, en caso de que una persona de edad avanzada desea comprar un libro para regalo o para quedárselo en propiedad puede abonarlo, pero de entrada ella misma propone a todos los mayores del barrio “que se lo lleven para leerlo con tranquilidad y ya luego lo devuelvan”. Pero Luz tampoco desea hacer de su iniciativa un estandarte, de hecho apenas la publicita: “No me gusta abusar de la caridad como propaganda”.

«Tráfico de Libros.»
Librería de segunda mano.
C/ sombrereria 6. Lavapies, Madrid.

La historia de los ‘monstruos’ que vivían en las cortes europeas

Nigromantes, adivinos o bufones vivían en palacio complaciendo a los reyes, que eran los dueños absolutos de aquel peculiar lugar y de sus criaturas

Érase que se era un reino que funcionaba como un microcosmos aparte, donde todo era posible y podía suceder cualquier cosa. Un lugar plagado de magia en el que nigromantes, adivinos, artesanos, enanos o gigantes vivían, complaciendo a los reyes, que eran los dueños absolutos de aquel peculiar lugar. La lectura, por supuesto, puede ser doble, y más de uno se horrorizará al saber que aquellos reyes elegidos por las divinidades poseían una suerte de circo privado en el que explotaban a sus monstruos de feria y se reían de ellos. Pero así eran las cortes europeas hace poco más de cien años.

Velázquez dio buena cuenta de ello, al retratar la fauna que poblaba aquellos lugares, pero lo cierto es que la corte española no fue el único lugar en el que los considerados ‘monstruos’ a ojos de todo el mundo campaban a sus anchas intentando divertir a sus majestades. Ya en el siglo I d.C., el romano Plinio el Viejo hablaba de un bufón que servía al rey helénico Ptolomeo I, por lo que la historia viene de lejos, pero es cierto que las cortes europeas fueron las encargadas de normalizar el ‘poseer’ a estas ‘criaturas’.

En Rusia, por ejemplo, los bufones servían para denunciar el mal y los vicios humanos, entreteniendo a su público con representaciones, de manera alegórica. A veces se les comparaba con santos, y, sorprendentemente, a menudo sus palabras tenían mayor efecto que los sermones normales. Entre ellos había personas educadas e inteligentes, nobles y aristócratas, y el rey podía mantener con ellos conversaciones filosóficas, políticas o teológicas. El zar Pedro I de Rusia, por ejemplo, sentía una extraña fascinación por los enanos, pues, según cuenta la leyenda, su hermano le regaló uno cuando tenía nueve años y tenía una estrecha relación con él. Además de servir como entretenimiento, los enanos de la corte rusa representaban otros papeles (podían cumplir la función de niños, diplomáticos, etcétera).

Los bufones entretenían, y los enanos divertían y servían para acompañar y, aunque suene raro leerlo, ayudar a que los reyes pareciesen más altos de manera literal y simbólica. Algunos han pasado a la historia, como Richebourg, reclutado por la duquesa de Orleans durante la Revolución francesa para que actuase como espía y consiguiese información. Medía tan solo 58 centímetros y tenía una gran memoria, lo que contribuyó en su papel como agente doble. Famoso también es el retrato hecho por el holandés Van Dyck de la reina Enriqueta María de Francia, casada con Carlos I de Inglaterra, en que aparece junto al enano sir Jeffrey Hudson y un mono. Sir Jeffrey era compañero inseparable de la reina y permaneció a su servicio hasta su arresto (por matar a un hombre en un duelo). Los animales exóticos también eran una costumbre en las cortes europeas, regalos de soberanos extranjeros o ‘importados’ de países lejanos, por lo que aquellos microcosmos estaban plagados de monos, papagayos, perros o loros que se movían a sus anchas por los palacios.

No hay que olvidar a otros personajes en los márgenes de la historia, como Antonieta Gosalvus, hija del canario Petrus Gosalvus, que formaba parte de la corte de Enrique II de Francia (allá por la segunda mitad del siglo XVI). Antonieta había nacido con el llamado síndrome de Ambras, lo que significa que tenía vello por todo el cuerpo, y fue retratada en numerosas ocasiones debido en parte a cierto problema. Fue una compañía exótica y querida en la corte del rey.

Y, por supuesto, en nuestra corte tampoco faltaron esos individuos. Cuenta José Moreno Villa, director de Archivo del Palacio Nacional de Madrid, en ‘Locos, enanos, negros y niños palaciegos. Gente de placer que tuvieron los Austrias en la Corte española desde 1563 a 1700′, que la costumbre de rodearse de estas personas, que a nosotros podría resultarnos repugnante, en realidad proviene de Asia: «Los hubo en Persia, Egipto y después en Grecia y Roma».

«Es difícil de comprender la afición a los enanos y monstruos. Pero recuérdese que ya en Grecia atraían la curiosidad y que en nuestro tiempo se ofrecen en los circos como elementos regocijantes. Los enanos, aparte de que algunos eran ingeniosos y emparejaban con los hombres de placer, divertían por su simple presencia, por su pequeñez. Pero cabe sospechar que a los reyes les gustaban por otros motivos: mirando los retratos de Felipe IV con Soplillo, y de Isabel Clara Eugenia con la enana Magdalena Ruiz, brota la sospecha de que gustasen a las personas reales por el realce que prestaban a su figura«, explica.

Y es que en nuestro país fue durante el reinado de Felipe IV cuando más importancia tuvieron los enanos, de los que nos han quedado registros en parte gracias a los cuadros de Velázquez. Mari Bárbola, por ejemplo, enana de origen alemán que a la muerte de la que era su señora (la condesa de Villerable y Walther) pasó a formar parte del servicio de palacio de la reina Mariana de Austria, es conocida por todo el mundo gracias a ‘Las Meninas’.

Terminaron las extravagancias, pero quedaron para la historia, en una época en que se buscaba diversión de tal manera para huir de la melancolía de la corte. Tenemos, gracias al pintor andaluz y a otros tantos, los nombres de algunos. Otros, sin embargo, siguen siendo figuras anónimas en la historia, pues no se registraron en ninguna parte por su condición de bufones, enanos o locos. Quedaron grabados para siempre, sin nombre, en retratos, siendo referencias mudas de otros tiempos ya extintos.

Autor: Ada Nuño
Fecha: 14 de octubre de 2022
Fuente: el confidencial.com

Los cuentos de hadas de Gertrudis Segovia, una escritora olvidada

Apenas se sabe nada de esta autora salvo algunas noticias en la Prensa de la época, pese a haber publicado cuatro obras y ser elogiada por los críticos literarios y el premio Nobel Jacinto Benavente

Es muy raro en la Era de la Información en que vivimos que de una escritora de hace 100 años que fue traducida al inglés, que sus obras fueron recibidas con muy buena crítica y que además pertenecía a una familia con título nobiliario no se sepa casi nada, salvo lo publicado en periódicos y revistas. Es el caso de Gertrudis Segovia, autora de un libro de poesías, dos libros de cuentos de hadas y una novela romántica.

Su nombre no aparece en el diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia ni en la Wikipedia ni en los más conocidos repertorios de mujeres españolas escritoras. No era frecuente que un autor español, menos una autora, fuera traducido a principios del siglo XX a una lengua extranjera, pero Gertrudis Segovia lo fue. Su libro ‘Cuentos de hadas’, de 1912, fue traducido en 1918 por una editorial norteamericana.

Para cuando se produjo esa traducción, Gertrudis, que concentró su actividad literaria en muy pocos años, se había recluido en su vida familiar y había dejado de escribir, pero los comentarios elogiosos a sus obras seguían apareciendo. El más importante, el del premio Nobel Jacinto Benavente.

Gertrudis nació en Sevilla alrededor de 1875, más o menos el año en que su abuelo, Gonzalo Segovia, que había sido diputado y alcalde de Sevilla y era un banquero y hombre de negocios con América, fue hecho conde de Casa Segovia por el rey Alfonso XII como premio a su apoyo a la restauración monárquica. Ni siquiera sabemos el año del nacimiento de ella con seguridad, pese a que sí aparece el de su hermano Fernando en alguna página web de genealogía y heráldica.

La primera información que tenemos de su existencia está en la revista infantil La Niñez. En su número de noviembre de 1880 se puede leer la noticia de una representación teatral en la casa de recreo que la familia tenía en el Puerto de Santa María, en Cádiz. Ella y otros niños era los actores.

Su padre, II conde de Casa Segovia, había heredado los negocios del abuelo en Argentina y allí marchó la familia. Su hermano Fernando, nacido como ella en Sevilla e ingeniero de profesión, ejerció en Argentina largo tiempo como asesor del Banco español del Río de la Plata. El diario La Época recogió una fiesta celebrada en la embajada española en Buenos Aires con motivo del cumpleaños del rey Alfonso XIII (18/6/1897) en la que se comenta que la Srta. Gertrudis Segovia recitó un monologo que conmovió a los circunstantes.

Gertrudis solía leer poesías en banquetes y reuniones de sociedad. En 1911 su madre había ya fallecido y vivía en Madrid con su padre, que había empezado a desempeñar cargos oficiales en España. El conde, un hombre culto que era doctor en Derecho, se había traído de Argentina los miles de libros que componían su biblioteca.

Es entonces cuando Gertrudis comienza su meteórica carrera como escritora. Recibió un premio por su poesía A la sagrada eucaristía en una fiesta literaria celebrada en el Teatro Real con motivo del Congreso Eucarístico Internacional.

Fue este mismo verano de 1911 cuando se publicó su primer libro de poesías con un prólogo entusiasta del cervantista, académico y director de la Biblioteca Nacional Francisco Rodríguez Marín, que era amigo de su padre. Podría pensarse que la inclusión del prólogo se debió a esta relación, pero la realidad es que las críticas elogiosas fueron prácticamente unánimes.

El libro fue declarado por el Ministerio de Instrucción Pública de utilidad para las escuelas y se compraron ejemplares para las bibliotecas del Estado.

Los hadas buenas y malas, gnomos, gigantes, brujos y brujas, genios, duendes y animales parlantes tuvieron tanto éxito que a finales de ese mismo año Gertrudis publicó otro libro de la misma temática con el sugestivo título ‘Mientras la nieve cae’ también dedicado a sus tres sobrinos que vivían en Argentina.

A finales de 1913 Gertrudis salió para Canarias en compañía de su padre, que había sido nombrado gobernador de las islas. El conde, aunque abandonó Canarias poco después para tomar posesión como gobernador de la provincia de Gerona, volvió pronto a las islas de nuevo como gobernador y moriría en La Laguna en 1925.

En Tenerife, Gertrudis dio un giro completo a su vida. Allí conoció al hombre con el que se casaría en 1915, el médico Diego Guigou y Costa, que había fundado en 1901 el Hospitalito de Niños de Santa Cruz de Tenerife. Pero antes de casarse, la escritora publicó una nueva obra. Esta vez era una novela romántica que lleva por título ‘Juan de Mendoza’, ambientada en Argentina y España y con algunos rasgos autobiográficos.

La novela no tuvo la entusiasta acogida que habían tenido sus cuentos, aunque no faltaron críticas positivas. La revista Unión Ibero-Americana señaló que el libro recordaba a ‘Don Gil de las calzas verdes’, de Tirso de Molina, y la revista Nuestro Tiempo decía en su número de marzo de 1915:

El novelista debe poseer, ante todo, el don de crear caracteres, y Gertrudis Segovia lo posee en alto grado. Los personajes de su novela, lo mismo los secundarios que los que concentran en sí todo el interés de la acción, obran como obrarían en la realidad, y el lector se compenetra con ellos: los siente vivir.

Gertrudis no volvió a publicar ningún libro. Alguna poesía suelta en algún certamen y en la Prensa pero nada más. El motivo de ello seguramente estuvo relacionado con su boda. Se casó en Gerona en abril de 1915 con el citado médico de niños y el matrimonio volvió enseguida a Santa Cruz de Tenerife, donde Diego Guigou dirigía el hospital infantil para niños pobres que había fundado. El médico tenía seis hijos de su primera mujer, que había fallecido joven. Gertrudis debía andar ya cerca de los 40 años y el matrimonio no tuvo descendencia.

Poco más se sabe de ella, salvo que murió en 1945.

¿De dónde vienen los cuentos de hadas?

Imagina la historia de los cuentos de hadas como un mapa y verás dos puntos prominentes: Historias del Pasado (1697), del francés Charles Perrault, y un poco más en un primer plano, Cuentos de la infancia y del Hogar (1812-57), de los alemanes Hermanos Grimm.

Esas colecciones dominan el entorno de una manera tan imponente que es difícil escoger otras más cercanas o lejanas. Gradualmente, sin embargo, mientras nuestros ojos se acostumbran al resplandor, otras aparecen en escena para darte una mejor orientación.

A lo largo de toda una red de caminos desde puntos más hacia oriente, «Las Mil y Una Noches» forman acuíferos profundos de historias de gran extensión, apareciendo en cascadas y poderosos ríos, y extendiéndose por llanuras inundadas.

Puertos, mercados y sitios de peregrinaje -como Venecia, Nápoles, Génova y Sicilia en Italia- comienzan a surgir como centros importantes de narraciones.

Hacia el norte, la resplandeciente Dinamarca de Hans Christian Andersen emite poderosas señales hasta llegar al Círculo Ártico. Y cuando tus ojos siguen su largo campo de fuerza, comienzas a descubrir faros en la oscuridad, iluminados por el trabajo de Walter Scott en Escocia o Alexander Afanasyev en Rusia. Las regiones circumpolares, así como las estepas y bosques de Rusia y Asia Central, también son ricas en cuentos de hadas.

Este mapa contiene aún muchos rincones sin explorar y el afán por descubrirlos va creciendo en distintas audiencias.

Pasado y presente

Considerada como literatura para niños por un período dominante de su historia, los cuentos de hadas han ganado una renovada importancia en los últimos 20 años tanto como inspiración para la literatura como por ser entretenimiento masivo y lucrativo. Las similitudes temáticas y estructurales siguen conectando la ficción contemporánea a las leyendas y mitos populares y antiguos.

Los cuentos de hadas son una de sus expresiones dominantes, el tejido conectivo entre el pasado mitológico y las realidades del presente. ¿Pero cuáles son las características que definen a un cuento de hadas?

En primer lugar, es una narración corta, a veces incluso menos de una página. El término ya no se aplica, como alguna vez lo fue, a obras del tamaño de una novela.

En segundo lugar, son historias conocidas, verificables porque han sido pasadas de generación en generación o porque quien las escucha o las lee queda asombrado por su semejanza familiar con otro relato.

El género pertenece al reino general del folclore. Muchos cuentos de hadas son atribuidos a la tradición oral con su origen en el Volk (el pueblo en alemán, como en «Volkswagen», el «carro del pueblo»). Y llevan la sabiduría acumulada del pasado o por lo menos esa es la sensación que irradia un cuento de hadas, algo que les ha dado forma desde sus primeras colecciones. Los estudiosos de los cuentos de hadas distinguen entre las historias populares genuinas y las literales. Las primeras, habitualmente anónimas y sin fecha. Las segundas, firmadas y fechadas. Pero, incluso cuando se hacen todos los esfuerzos para mantener las dos ramas aparte, los cuentos de hadas insisten en convertirse en literatura. Y eso se ve sobre las tablas y en el cine con ballets como «El Lago de los Cisnes», de Tchaikovsky o «El Pájaro de Fuego», producido por «Les Ballets Ruses», obras inspiradas en el folklore anónimo pero, a la vez, únicas y originales.

Variaciones de un mismo tema

Una tercera característica distintiva de los cuentos de hadas es la combinación y recombinación de tramas y personajes, instrumentos e imágenes.

Pueden estar ligados a un relato conocido, como «El Gato con Botas» o «Cenicienta», pero son genéricamente reconocibles incluso cuando la identidad de la historia no está clara.Autores de historias nuevas inventadas como Charles Dickens y Charles Kingsley, George Eliot, E Nesbit, y JRR Tolkien, no escriben cuentos de hadas como tales, pero adoptan y transforman sus elementos como, por ejemplo, alfombras voladoras, anillos mágicos o animales que hablan.De esa manera suman diversión a los lectores, al apelar directamente a la sabiduría compartida del código de fantasía.

En cuarto lugar, el ámbito del cuento de hadas está hecho por el lenguaje. Consiste sobre todo de actos de imaginación, expresado en un esperanto simbólico.Sus componentes incluyen ciertos tipos de personajes (madrastras y princesas, duendes y gigantes) y ciertos motivos recurrentes (llaves, manzanas, espejos, anillos y sapos). El simbolismo cobra vida y comunica el significado mediante una imaginería de fuertes contrastes y sensaciones, evocando fenómenos simples, sensuales que destellan y brillan, penetran y fluyen (cristal y bosques, oro y plata, diamantes y rubíes, espinas y cuchillos, pozos y túneles).

Pequeñas maravillas

Otro término alternativo para «cuento de hadas» es «cuento maravilloso», del alemán Wundermärchen. Esta expresión atrapa una cualidad del género más elocuentemente que «cuento de hadas» o «cuento popular». Aunque no tan usada, reconoce la ubicuidad de lo mágico en las historias. La suspensión de las leyes naturales de la física produce un estado de realidad mágica a través de esta forma narrativa, que lleva a maravillarnos, asombrarnos.

Lo sobrenatural y el placer de maravillarse están interconectados en los cuentos de hadas y esta interrelación presenta una quinta característica distintiva. Las maravillas delinean tramas que prometen todo tipo de riquezas. Típicamente, los cuentos de hadas ofrecen esperanza de liberarse de la pobreza, el maltrato y la subordinación. Y se reportan desde territorios imaginarios, otro lugar mágico de posibilidades. Un héroe o una heroína solos o juntos se enfrentan a odiseas, terrores y desastres en un mundo que, si bien parecido a la existencia humana, difiere considerablemente en la forma como funciona, llevando a los protagonistas y a nosotros a otro lugar donde las maravillas son comunes y los deseos son cumplidos.

Y una sexta característica puede, por lo tanto, ser catalogada como el «final feliz», un sello del género. Los agentes que traen milagros de esperanza en las historias varían de lugar a lugar, ya que surgen de sistemas de creencias locales que pertenecen a la tradición. Pero aunque los relatos evocan todo tipo de violencia, injusticia y desgracia persiste la promesa de un final feliz. Ocasionalmente, hay cuentos de hadas bien conocidos que terminan mal, como «Caperucita Roja» en la versión de Charles Perrault.

Sin embargo se trata de aberraciones, tal como lo muestran las innumerables variaciones en las que la niña engaña al lobo o incluso lo mata ella misma. La versión más contada incluso introduce un héroe. Los Hermanos Grimm metieron a su padre en la trama.

Tienes un bosquejo cartográfico y una guía aproximada. Las luces están iluminadas en esa casa y en el bosque profundo que tenemos al frente. Podemos comenzar a movernos, escuchando y abriendo los ojos, intentando encontrar nuestra propia orientación.

© Oxford University Press. Adaptado del libro Once Upon A Time: A Short History of Fairy Tale (Había una vez: una historia corta de los cuentos de hadas) de Marina Warner.